La Academia está
poblada de aspirantes que aguardan su turno: el salto definitivo al
espacio. Entre tanto, obedecen a los instructores y estudian los
atlas del espacio, los libros de navegación, los tableros de
relojes, el manejo del astrógrafo, del trayectómetro, etc. Les
llevará años, a unos más, a otros menos, antes de afrontar la
prueba de capacidad y destreza. El que la supere, pasará a la Base
Norte, y de allí, tras las estereotipadas preguntas, obtendrá el
permiso de piloto estelar.
La Venta El Cepo
Cósmico no está concebida para abortar evasiones. Se trata, más
bien, de un simulador avanzado que revela la pericia de aquellos
talentos potenciales que, ante las previsiones de un ataque
inminente, pueden incorporarse al batallón aeronáutico. Es un
avance respecto a los simuladores de la serie AMU, pues, por su
perfecto camuflaje, no se percibe la forma cónica, ni los reactores
nucleares, ni el escudo antimeteoritos, etc.
Los ingenieros
intelectrónicos concibieron la idea de este nuevo simulador después
de que el cadete Pirx superase la primera prueba en la AMU 27,
venciendo al cadete Boerst, primero de la clase, más brillante e
inteligente que aquél. Este se estrelló contra la luna durante la
misión de escolta de las naves JO2 hasta una órbita estable
alrededor de dicho satélite. Aquel resolvió la sucesión de
percances desencadenado por las moscas verdes (manipuladas
genéticamente y con instrucciones precisas para copular encima de
los cables de la caja de los fusibles hasta cortocircuitarlos),
efectuando un giro escapatorio a apenas 400 kilómetros del cráter
Timócaris y a 7, 9 km/sg de caída en picado.
Los cadetes que,
durante los estudios, revelan más inconstancia y torpeza, a la hora
de la verdad demuestran una pericia y audacia inusitadas, un talento
irreconocible, una prodigalidad de recursos desacostumbrada.
Contradicen la calculada previsibilidad de los Jefes, resolviendo
eficazmente, con una inventiva inesperada, los problemas de
supervivencia en situaciones extremas.
El simulador la Venta
El Cepo Cósmico desarrolla además las variaciones (a menudo
ínfimas) de aquellos retratos en miniatura que colapsaron
cuánticamente en decisiones anodinas, reprimiendo los talentos que
habrían sido los idóneos para la expansión y
colonización de la galaxia. Traídos hasta la cabina de control,
maniobrarán de tal forma que queden enmendadas aquellas decisiones
que condicionaron su fenecimiento hacia una vulgaridad existencial.
Aquí la señora Carlyle se separará de su marido y explotará su
talento literario y su liderazgo de un grupo reivindicativo social
feminista; Anthony Froude reconocerá como mártires no solo a los
protestantes sino a los otros quemados en el Smithfield Market por
decreto del Rey y el Parlamento; el magistrado Charles de Brosses no
importunará con una factura risible por la leña adquirida en su
hacienda de Tournay a Voltaire, logrando su apoyo para ocupar un
asiento en la Academia de Paris; Dolly compartirá con Joseph la
botella de ron escondida bajo el vestido de novia y ambos escaparán
a Abisinia; Maxine corregirá su drogadicción para no acabar en la
Extensión 114, claudicando ante los vendedores de vida eterna; Irina
cederá a su instinto de sirena del mar de Kara, saltará al agua
aprovechando una aurora boreal que trasforme sus piernas en cola de
pez y, así, contrarrestará la amenaza de la extinción de la
especie que suponen las prospecciones de gas y el cambio climático;
etc.
En la Venta El Cepo
Cósmico la simulación no se quedará ahí, sino que los retratos
en miniatura rectificados se implementarán en clones
cibernéticos que se enviarán a un planeta interestelar para que
evolucionen desde esa otra vida descartada por una indecisión cuerda
y pusilánime.
Hay galerías
subterráneas entre la Academia y la Venta El Cepo para que desfilen
los candidatos tanto a pilotos estelares temerarios como a
clonaciones cibernéticas de vidas descartadas. El Cepo resulta
un incuestionable atractor en este sentido con lo que, para
evitar el colapso de tráfico, el agujero de gusano catapultador se
ha establecido en la explanada cercana donde antes había girasoles.
Los clones cibernéticos
de la serie Aniel los dirigirán, entre otros, al planeta
Jota-116-47, próximo a Acuario, para que desarrollen allí esa otra
ansiada existencia, inviable ya, en la Tierra. Recordemos que Aniel
fue el primer autómata que se desasió del control volitivo humano
y, pensando por sí mismo (eso sí, después de cumplir su misión de
registro audiométrico y fotográfico del terreno), desafió una
cumbre escarpada, escalándola sin la precauión de llevar los
propulsores. Él acabó despeñándose, pero también dando un
ejemplo de iniciativa que a los programadores e ingenieros indujo a
basar en él los futuros clones de colonización del planeta. Dieron
un giro más de tuerca a la consabida máxima de Lao-Txé: A los
humanos se les conoce por su forma de tratar a los robots.
Por último se está
estudiando la posibilidad de que la Venta El Cepo Cósmico se emplee
también para excursionistas celestes, es decir, verdaderos o clones,
pero para solo el tiempo de la excursión, aventura, viaje turístico
o ensayo previo antes de la definitiva concreción de la variante
vital a colapsar cuánticamente. Para ello se les enviará más
cerca, a Titán, satélite de Saturno, ideal para expansiones
lúdicas.
Los candidatos para la
primera prueba ya han sido elegidos: serán los amantes Terako e
Iwanaga. Realizarán un crucero en el Queen Elizabeth por el Nilo de
Titán. Ella ya está ensayando la danza del vientre de las geishas y
él practicando algunas melodías con el Shamisen. Los científicos
estudiarán sus reacciones para ver cómo evoluciona el amor en las
condiciones espaciales más favorables.