jueves, 13 de marzo de 2014

Venta El Pavo Real






  En el expositor hay una bandeja de caracoles: han sido sacrificados y reposados en una salsa espesa. Entre los comensales acodados en la barra oigo comentar la fuga de alguno, no se dirime si con el consentimiento expreso del Pavo Real, con lo cual se trataría de un indulto, o no. En cualquier caso hay recompensa por su captura.








  Hay varias alternativas para salir a la busca: 1.- En el coche de Henderson Dores hacia Luxana Beach entre Georgia y Alabama; 2.- En el coche de los Woolfs hacia Rodmell en Sussex Oriental 3.- Atravesando los campos de Stuttgart, donde compone el maestro de capilla Brescianello. 4.- En la mochila de Julian Bell, incorporado a las Brigadas Internacionales. 5.- En el bolsillo de Vila-Matas de paseo por las calles de Lyon. 6.-En mi bicicleta Sport B-Pro.

  Mientras los demás discuten las alternativas y organizan una cuadrilla persecutoria yo me pongo en marcha para adelantarme a sus malvadas intenciones.

  Hoy no sufro congestión nasal y el viento me trae olor a baba con asfalto.

  Lo más probable es que haya cogido hacia Jerez por una de las siguientes dos vías: por detrás del Acualung o por el poblado de Doña Blanca. La primera sigue un camino de tierra que, tras atravesar un puente por encima de la autovía, desemboca en el Sherry Golf y en una casa de venta de Chimeneas. Pudiera estar interesado en encargar alguna chimenea para retozo con la amante si es que las venden portátiles y ajustables a las conchas de caracol.







 Afino la pituitaria. Me sigue dando baba mezclada con asfalto. Preciso confirmarlo con una nariz más experta y, precisamente, en el vivero de detrás habita una Pentesilea sobre una columna. No pertenece a la horda del refocilo concupiscente del hotel. Asiente conmigo, y apunta como más probable el camino hacia Doña Blanca, que es de asfalto.









  En efecto, después de unos minutos de pedaleo, a unos miles de años luz antes del pulsar PSR0531+121, y, por tanto, mucho antes del poblado de Doña Blanca, lo hallo. Es un ejemplar formidable, portentoso. Bien merece un indulto y/o una evasión stevemacqueeniana.







  Me entrevisto con él. Está decidido a atravesar la carretera pasen las ruedas que pasen. No lo perturbo ni le detengo. Si escapó de la olla una vez, no ha de temer un espachurramiento de caucho.








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