miércoles, 23 de octubre de 2013

Venta la Ventolera



  La ventolera no arrasó y desarboló, desperdigando los trozos desgajados por el campo, la venta en cuestión, sino que los trasportó como en un tornado de mudanza para posarlos en su justa identidad arquitectónica, en el Barrio Jarana. El caos de las partes, atrapadas en el remolino airoso, devino en orden confinado y determinista, de ecuaciones integrables en una larga y cansina finitud de pasos, concretándose en un punto de reposo del villano o del honesto sin barba. 



  Pero por si acaso se puede deshacer la impostura de los vientos contratando a Derribos y Excavaciones, cuyos tractores en el solar colindante operarían autodestructivamente, sin nadie guiando el volante o maniobrando las palas, solo soldados de aire. El viento restante es, en suma, al presente, solo una huella somnolienta que refresca la autopista de caracoles hacia las Malas Noches.




  Las tostadas de campo son vestigios de un frenesí de los cencerros que tocaban arrebato cuando las tropas armadas de palos de golf avanzaban hacia los verdosos collados de Villanueva Golf Resort. Las sillas de Coca-cola son arrojadizas y siempre se estampan contra el enemigo por el lado de la mantequilla. Las copas de fútbol no las premia la tragaperras de Pancho Villa: son un acopio de firmas que luce el insurrecto jubilado de infantería de marina, uniformado de caqui vietnamita para desplumar las aves del corral.
  Aparte de las familias monoradiales apacentando bajo el porche, Tristán e Isolda, calladitos, degustan, en el comedor accesible por una cortina de greña rastafari, la última copa, la del olvido de quienes fueron apasionadamente unicarne en el largo viaje en barco que sus respectivos cónyuges consintieron, según la versión de Marco Antonio de la Parra.
 




  Accedí por una rampa de pinares: la garganta del dragón que engulló el tornado en retirada, depositario de aquel excelso reconstituyente para el viajero. Y me disipé por la prefectura del capitán Renault, no lejos, con el nombre clave de Venta Santa Gema. 



  Aquí son retenidos los jirones de evadidos, ladrones de canicas del hoyo y bebedores de cerveza con espuma de afeitar, que intentaron el salto a América. Solaz guardia de rutina, nostálgica de guerras europeas, sin el apoyo logístico y tractorizado de unos Derribos y Excavaciones.

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