En la cara oculta de la
luna había un mar, Mar Desiderii (Mar del Deseo) que ya no existe.
Bastó a la Unión Astronómica Internacional no reconocerle el
nombre, para borrarlo de su faz. Ahora será otra cosa, pero no lo
que fue. No el que descubrieron los soviéticos con la Lunik 3,
primer satélite que la rodeó y fotografió en 1959.
El lado oculto (que no
oscuro, sino claro, porque también encara al Sol cada dos semanas
terrestres, y mucho más claro, si cabe, por estar menos devastado
por los meteoritos) contiene ya no solo mares y cráteres sino liras
y burbujas.
El Mar Desiderii es
ahora la Lira de Aquiles, que colgó la espada y la palabra, al
decidir no anhelar más la gloria del guerrero (contraviniendo a
Homero), ni el rendimiento femenino. Prefirió musicar los poemas de
otros, mucho más preclaros y certeros, que no los propios, y
contemplar cómo algunos seguían cercenando cabezas, empleados en el
oficio de la paz (prodigioso Lyndon B. Johnson, ladino valedor de la
conciliación militar y la matanza porcina). Las cuerdas de su lira
(botín de la destruida Eetión), después de especializarse en el
repertorio de allemandas de John Dowland, sirviéndole para perfeccionamiento de esta habilidad suya, y de haber versionado en
estilo renacentista el Moon Cráter de Tapa de Papas al Alioli con
Diamantes, entonaron la música del poema “Difícil” de
Allan Ginsberg, convencido de que love is a burden, y aquél
lo había explicado muy bien.
Porque le emocionó
acudir al estreno de la ópera Rigolettrov, cuya historia impidió
que se le abriera el paracaídas a la Soyuz I, estrellándose contra
el suelo. En las naves espaciales debería prohibirse escuchar el
IPod y conectar por WhatsApp con Suzane, la novia que sintió la
prieta y tensa erección de Karl Ove, al contacto genital con sus
pantalones vaqueros.
No importa que
cabeceara en la tercera fila del Anfiteatro porque maldormiera la
noche anterior pensando en aquel estreno. Apreció perfectamente la
historia.
Rigolettrov era un
apuesto duque ruso que cuidaba a escondidas de su hija jorobada. La
mantenía oculta porque no quería que nadie en la corte supiera que
tenía una hija con malformación. Estaba seguro de que, aquel
defecto, no le impediría realizarse como persona, ni encontrar un
amor adecuado que colmara su vida. Pero quien conquistó su corazón
y la embobó con piropos y galanteos fue un mujeriego don Juan,
viéndose obligado, para salvar su honor, a prepararle una celada
para matarlo. La pobre jorobada ocupó su lugar para evitarle la puñalada.
Porque lo que su buen
padre nunca comprendió es hasta qué punto aquel amor la había
hecho olvidar su complejo de jorobada. Los ojos del amor huelgan los
escrúpulos de las malformaciones, a pesar de que, quien las padece,
no deja de recordarlas, y duda a cada instante de la capacidad del
otro para ignorarlas.
Rigolettrov tardó
siglos en sobreponerse a aquella desgracia, de la que justamente
culpó a su egoísmo e insana torpeza. De la ruina a la que se vio
abocado, acabó saliendo al especializarse en espeleología de
burbujas prehistóricas. Su descubrimiento de las hadas rupestres aún
no ha sido admitido por la comunidad científica. Pero no le importa,
porque ha apelado al Tribunal Supremo de la isla de Mia en la
M87, próxima al agujero negro.
Cualquier Tribunal q se precie, debe verse revestido de dos condiciones sine qua non para dictar sentencias justas
ResponderEliminarUna es la autoritas
Otra la razón.
Sin embargo el Tribunal de la isla de Mía carece por completo de ambas cualidades l haberse visto cervenada por un terrible hachazo de realidad.
Únicamente pueblan sentimientos en dicha isla.
Privados totalmente de razón.
Ahora bien..un secreto oculto guarda también dicha isla.
Desde ella se vislumbra como desde ningún otro lugar del universo el Mar desiderii.Brillante y espléndido.
Convertido por unanimidad y secretamente en la pila alcalina de la propia isla.
Como me sigue emocionando la lira de Aquiles.!!
ResponderEliminarGracias por seguir mirando con tanta belleza y sentimiento.
Cualquier cosa q lire..será única y magnífica.
Odio la letra k.